Estudios de Educación en Casa
 

El Poder de Entrenar a un Niño a ser Siervo
Septiembre 1, 2010

  

Los niños pueden llegar a ser una gran bendición si son edificados con Fe en Dios, si saben escoger los Caminos de Dios sobre toda otra opción.

Este es el caso de una joven de Israel a la cual no se le menciona su nombre. Su historia está llena de tragedias, pero por su fe, se tornó en victoria.

Su historia la encontramos narrada en II Reyes 5. “Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán” (v.5).

El ejército sirio la llevó cautiva cuando invadían las aldeas de Israel. La llevaron a Siria donde llegó a ser sierva de la esposa del general del ejército de Siria, un hombre muy importante.

“Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso” (v.1).

Aunque su señor era un hombre muy respetado y honorable, era leproso. En ese tiempo se consideraba una amplia variedad de enfermedades de la piel como lepra.

El estado de Naamán no debió ser contagioso puesto que su alto cargo lo ponía en contacto de mucha gente. Pero era obvio que su aflicción era grande y que necesitaba se sanado.

Dios lo llamó “Un hombre grande y honorable.” Y por su alta posición él estaba más acostumbrado a dar órdenes que a recibirlas.  Pero Dios usó  un problema insuperable y una sierva fiel para enseñarle a seguir instrucciones difíciles. “El que ama la instrucción ama la sabiduría; Mas el que aborrece la reprensión  es  ignorante”  (Proverbios 12:1).

El era un hombre muy influyente.  Acostumbrado a dar ordenes en vez de tomarlas.  Pero cuando descubrió que desesperadamente tenía un problema que no podía resolver,  estaba abierto a cualquier clase de consejo.

Así que con gran entusiasmo, aquella humilde sierva sugirió al dignatario que el profeta del Señor, quien estaba en Samaria, le podía sanar. “Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra” (v.3).

Lo que me sorprende en esta narración es el hecho que por la palabra de una joven cautiva, Naamán pidió el permiso del rey de Siria para ir a buscar al profeta. ¿Qué tipo de influencia de carácter esta joven poseía que causaría que hombres de tanta influencia creyesen en su testimonio? El consejo que recibió Naamán dio como resultado un largo viaje para una posible solución.  

Aquella joven había sido arrancada de su hogar y llevada a una tierra extranjera donde hablaban una lengua diferente, comían una comida diferente, con valores tan diferentes y servían a dioses paganos. Esta joven debía estar amargada y enojada, y aún la encontramos que se regocijaba que había un profeta en Samaria.

Tal parece que a temprana edad a ella no tan sólo se le enseñó la fe en Dios, sino que también se le enseñó a desarrollar las cualidades de carácter de su Dios. Ella debió aprender a trabajar duro y bueno. Y debió aprender acerca de honestidad y sobre todo debió aprender la seguridad que Dios interviene en vidas ordinarias. Debió aprender que a pesar de las circunstancias, Dios siempre tiene un plan perfecto para los que le temen. Debió aprender que éxito no se mide en logros y propiedades, sino en conocer y agradar a Dios. Ella debió aprender en su casa que una vida libre es aquella que da todo control a Dios.

Naamán era un gran general en batallas pero vencido por la lepra.      Con el fin de enseñar a Naamán, el Señor le afligió con lepra, una enfermedad incurable que eventualmente podría costarle su carrera, su respeto y su vida.  Cuando Naamán escuchó acerca del profeta de Dios en Israel quien supuestamente tenia el poder de curarle,  podría haber rehusado humillarse  buscando ayuda.  Pero decidió ir en un plan diferente.  Iría en una condición que mantendría su dignidad. No tenía intención de rogar y tomó diez talentos de plata, seis mil piezas de oro,  y  diez mudadas de ropa.

Cuando Naamán va a ver al rey de Israel, el rey se llenó de pánico. Con la solicitud imposible de sanidad, él pensaba que los sirios estaban buscando pretexto para entrar en guerra. Aunque vecinos, Siria e Israel fueron en muy pocas ocasiones amigos y las guerras fronterizas eran frecuentes.  La visita de Naamán fue tomada con sospecha y alarma.

Pero “cuando Eliseo el varón de Dios oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: ¿Por qué has rasgado tus vestidos? Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel” (v.8).

El poder de la posición de Naamán y el favor que tenia con el rey de Siria eran obvios en la elegante procesión que se detuvo frente la pequeña casa del profeta Eliseo en los linderos de Samaria.

Salió de su carroza real y tocó a la puerta, esperando que el profeta que vivía allí hiciera una serie de elaborados procedimientos religiosos para solucionarle el problema.  Entonces él planeaba mostrar su aprecio dándole un suntuoso regalo con el valor de veinte mil dólares en plata, sesenta mil dólares  en oro y diez exquisitos trajes. 

Aquella humilde puerta se abrió y Giezi,  el siervo del profeta salió.   “Tengo instrucciones del profeta para ti.” – dijo: “Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio” (v.10).

Aquello era una prescripción humillante, y peor aún traída por un siervo. Cuando Elíseo envío su mensajero quien dijo a Naamán que se lavase siete veces en el río Jordán él se puso furioso.  Él había hecho este largo viaje preparado para pagar por una gran exhibición, no para humillarse delante de los que él consideraba un dios ajeno.  Naamán pudo aun haber pensado que Elíseo estaba burlándose de él al decirle que se lavara en las turbias aguas del Jordán opuesto al agua del hermoso río Abana de Siria que era limpio y cristalino.

Y Naamán se fue enojado, diciendo: “He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado” (vv.11-12).

Él general Naamán estaba grandemente desilusionado y ofendido que el profeta no haya venido a hablarle en persona, y estaba seguro que siguiendo estas instrucciones solo empeoraría su condición.

Enojadamente subió de regreso a su carroza, arrió sus caballos y se alejó furioso. Mientras iniciaba su larga jornada de regreso sus asistentes sabiamente razonaron con él.  “Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio?” (v.13).

Sus propios siervos le amaban porque a través de este general Siria había obtenido tantas victorias. Por medio de él, Jehová había dado salvación a Siria. Dios había usado la nación de Siria para disciplinar a la nación de Israel por su continua rebelión contra Él. Naamán había sido uno de los hombres usados por Dios para corregir al pueblo escogido.

Muchas veces Dios utiliza al enemigo para castigar a su pueblo.      Naamán era un hombre altamente respetado por su rol central en las  anteriores victorias sirias sobre el rey Acab de Israel y el rey Josafat de Judá.  Él había dirigido exitosas campañas en el Norte de Israel y  traído mucho botín a los Sirios.  Por causa de su éxito militar sobre la nación de Israel,  hubiera sido fácil para Naamán creer que el dios Sirio Rimon era mas poderoso que el Dios de Israel, más Dios quería mostrarle a Naamán la razón real de su éxito.

Aquellas eran instrucciones difíciles que Naamán tenía que seguir frente a su delegación. Él sabía que las instrucciones eran difíciles de seguir porque significaban la muerte a su orgullo e ignoraban su poder y su prestigio.  Pero después de reconsiderar la situación,  dio vuelta a su carroza  y decidió llevar a cabo las instrucciones. Cada instrucción de Dios requiere la muerte del orgullo, y solo entonces veremos Su poder.

Estoy seguro que aquella comisión de sirios tenían los ojos bien abiertos y el corazón les debió latir a mil al ver a su señor despojarse de sus armas y zambullirse en las aguas del Jordán.

Cada vez que se hundía Naamán, la esperanza de ellos crecía. Para la sexta vez la tensión debió ser muy grande y todavía no sanidad. Entonces en la última zambullida, cuando Naamán salía del agua, su carne fue restaurada y limpia como la piel de un pequeño niño. Él estaba limpio.

Para su asombro y grande regocijo, ¡¡ trabajo!!  El gran dignatario, Naamán, fue humillado al lavarse en un lodoso y maloliente río, pero porque él estaba dispuesto a seguir instrucciones difíciles que parecían contradictorias al sentido común, fué sanado.

¿Te puedes imaginar la erupción de gozo y gritos de celebración en ese momento? ¡Qué poderoso milagro! Veamos la confesión de Naamán: “He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel” (v. 15). Esto testificaba que la sanidad no tan sólo fue física sino espiritual también, ya que desde ese momento comenzó a adorar al Dios de Israel. Él fue librado de su lepra externa y de su lepra interna, su orgullo.

Muy excitado condujo hasta la casa del profeta,  persuadiéndolo  a que tomara los regalos que le había traído.  Pero el profeta  rehusó porque el  Señor le había instruido que no tomara los regalos. Entonces el general afirmó su creencia en el Dios del profeta y regresó a su casa.

Cuando Elíseo rehusó aceptar el muy generoso presente de Naamán,  el aprendió que no había  Dios en toda la tierra sino en Israel, y que  el Dios de Israel no requería obra ni aceptaba dinero por su misericordia.  (Véase Efesios 2:8-9;  Tito 3:5,7). 

¿Por qué  Elíseo no trató directamente con  un hombre tan importante como Naamán?
El Señor no solamente deseaba sanar a Naamán de su lepra,  sino que deseaba curarlo de su orgullo también.  Inconsciente de que sus anteriores victorias venían del Señor (v.1),  Naamán se había vuelto un hombre muy orgulloso.  Él no llegó hasta Elíseo  humildemente sino como un importante  capitán en el ejercito Sirio (v.9).   Él vio a Elíseo, un profeta de Dios,  como su inferior   cuando dijo: “...él seguramente vendrá a mi.”

El “a mi” esta en una posición enfática queriendo decir  “a una persona como yo”  (v.11).  El que haya rehusado  seguir las instrucciones de Elíseo indica que él no solía humillarse ante las instrucciones de otros (vv. 11,12).   Para hacer humilde a Naamán, el Señor lo hizo afligir con lepra, dirigido en la solución por su sirvienta,  tratado en una manera no común para un hombre de su posición, y forzado a lavarse en un lodoso río extranjero. El tratamiento fué  efectivo y  Naamán aprendió que “Dios resiste al orgulloso,  pero da gracia al humilde”  (Santiago 4:6).

 

No se escuchó más de aquella joven esclava que Dios usó para glorificarse de esta manera. Pero si sabemos que el efecto de su testimonio impactó a toda la nación de Siria a través del general Naamán, e inclusive para la misma nación de Israel.

El caso de Naamán fue usado también como un ejemplo para toda la nación de Israel. Cuando Jesús estaba enseñando en una sinagoga  en Nazaret,  uno de los ejemplos que usó fué el de Naamán el Sirio. Él dijo a su pueblo que habían muchos leprosos en Israel en el tiempo de Elíseo, pero solo Naamán fué limpiado (Lucas 4:27). El punto es que los leprosos de Israel eran demasiado orgullosos para humillarse a si mismos delante del Señor como Naamán finalmente lo hizo. Con este ejemplo, Jesús les advertía que si ellos no lo recibían, Él los dejaría por aquellos fuera de la nación de Israel, como Naamán, quien estuvo dispuesto a recibirle.

A mis ojos, esta joven desconocida para el mundo, pero ciertamente conocida para Dios, fue tan efectiva como cualquier gran reina pudiese haber sido, y sin embargo ella es tan sólo conocida como una simple sierva.

Lo qué Dios puede hacer con cosas sencillas en sus manos. Dios hace cosas grandes con corazones pequeños, con corazones de siervos. Generalmente estamos educando para ser generales que para ser siervos. Y Dios se glorifica con los siervos.

La lección para nosotros como creyentes es muy simple y clara: “Ahora bien, se requiere de los administradores [siervos], que cada uno sea hallado fiel” (I Corintios 4:2).

Educación en Casa es el Camino Divino para producir este tipo de corazones que glorifican a Dios aunque sus propios nombres permanezcan por siempre desconocidos.

 

                                      Con corazón de siervo…
                                                                                 Dr. Johel LaFaurie  
   

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